jueves, 22 de septiembre de 2016

Mecanismos de regulación térmica en el hombre


El hombre, como todos los mamíferos y las aves, es homeotermo, es decir, que mantiene su temperatura corporal constante, o como nos enseñaban en el colegio: “de sangre caliente”. La ventaja es clara, el funcionamiento del cuerpo es relativamente constante independientemente de la temperatura exterior. 

Sin embargo eso lleva a que el cuerpo necesite una regulación de la temperatura y para ello se vale de cuatro medios principalmente: el consumo de energía, la conservación, la absorción y la disipación del calor. El frío no se produce, es la ausencia de calor o un balance negativo del flujo de calor.

Un hombre de unos 80kg, en situación de reposo y en las condiciones óptimas consume unas 2000 kcal por día sólo para mantenerse vivo y a medida que nos movemos, consumimos energía haciendo que sea necesario disiparla.

La piel, principal medio de control del calor, cuenta con una capa de grasa como medio aislante, una serie de pequeñas venitas llamadas capilares, poros para expulsar el sudor, nervios sensibles a la temperatura y vello. Además a través de la respiración perdemos calor, siendo una cantidad prácticamente despreciable cuando hacemos deporte a temperaturas “normales”.

Cuando generamos menos calor del que necesitamos evitar esa pérdida conservándolo, el cuerpo envía menos cantidad de sangre a los capilares y evitamos una pérdida de calor, por eso mismo palidecemos por el frío. Si esto no resulta efectivo se nos eriza el vello, “carne de gallina” reduciendo la convección y por último empezamos a tiritar, con esos movimientos involuntarios generamos calor debido al movimiento. Por eso mismo nos movemos o zapateamos para “entrar en calor”.




El alcohol, tiene un efecto vasodilatador provoca una sensación de calor porque al aumentar el riego sanguíneo calentamos la piel, pero es justamente lo contrario a lo que queremos, ya que perderemos aún más calor. En cambio, una buena medida es acurrucarnos haciéndonos una bola ya que reduciremos la superficie de contacto con el aire. Esto es especialmente crítico en el agua. Además cuanta menor superficie de piel tengamos respecto al volumen del cuerpo menos pérdidas tendremos y cuanta más grasa más protegidos.

En cambio, cuando necesitamos disipar el calor que producimos, provocamos el efecto contrario primero con una vasodilatación, llevando el calor a la superficie y luego sudando para producir una evotranspiración. Por eso mismo, cuando nos ruborizamos notamos calor en las mejillas e igualmente nos enrojecemos y sudamos al pasar calor.




El efecto de la vasodilatación también es notable cuando sufrimos contrastes térmicos, eso hace que si metemos una mano en agua caliente durante un rato y luego la metemos en agua templada nos parecerá que está fría, en cambio si lo hacemos metiendo la mano en agua fría y luego en ese mismo agua nos parecerá caliente. Es debido a que el cuerpo ha tratado de adaptarse a esas condiciones.

Por otro lado está el efecto de la absorción de calor. Este efecto sucede cuando la unión de todos los mecanismos de transmisión de calor resulta positiva. Es decir, podemos estar un día de primavera con mucho sol a 15º y con una ligera brisa, estaremos perdiendo calor por convección y respirando, pero la radiación solar compensará ese efecto. De igual forma una noche de verano puede ser mucho más fresca que una tarde de primavera aunque la temperatura sea la misma.

Igualmente, corriendo al aire libre a 20ºC seremos menos conscientes de lo que sudamos frente a la misma temperatura y humedad al correr en una cinta, la ausencia de desplazamiento del aire hará que la convección y la evotranspiración sea muy pobre provocando que el sudor se acumule en la piel y gotee.

Por eso mismo, como veremos en las siguientes entradas, se crean las prendas técnicas, que buscan ayudar al cuerpo en su termorregulación, favoreciendo la disipación, la absorción o la conservación de la energía.

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