Cuando uno empieza a entrenar buscando mejorar en un deporte
basta con una cosa: constancia. Día a día tratar de sacar ese tiempo que
simplemente a base de repetir un ejercicio se perfecciona. Esa constancia no es
fruto de darnos una paliza semanal sino de repartir ese esfuerzo en la semana.
Supongo que todos habremos oído alguna vez el mito de las
10.000 horas, más aún en el deporte. Para llegar a dominar un ejercicio hay que
practicarlo al menos 10.000 horas. ¿Es eso cierto? Ya os digo yo que no, 10.000
horas haciendo un ejercicio mal no nos llevará a corregirlo si no somos
conscientes de nuestro error.
Planificar un entrenamiento concreto es relativamente fácil,
sabemos qué queremos trabajar y acudimos a cualquier fuente de información, hay
cientos de blogs, revistas, entrenadores, libros, foros, compañeros de
entrenamiento, etc. que nos pueden proporcionar varias opciones para resolver
ese entrenamiento.
Sin embargo, para planificar una temporada con un poco de
acierto hay que ser conscientes de que no es como planificar un entrenamiento
concreto sino que hay factores que intervienen en el largo plazo. Para mí los
generales son los siguientes:
- - Objetivo
- - Plazo
- - Tiempo
- - Situación actual
Objetivo
¿Qué objetivo nos hemos marcado? ¿es posible? Hay varios
tipos de objetivos pero sin duda la clave es que ha de ser un objetivo
fácilmente medible y viable según nuestras posibilidades. Por ejemplo: bajar de 10 horas en una carrera en la que el
año pasado hice 11, acabar un ironman sin andar, mejorar tres puestos en una
clasificación, etc.
Generalmente los objetivos por volumen son más fácilmente
alcanzables ya que el componente psicológico juega un papel fundamental, en
cambio tienen el problema que es más difícil valorar la viabilidad real del
objetivo al no haber llegado nunca a esa cifra. En cambio los objetivos de
ritmo/tiempo/velocidad son menos asequibles en cuanto a límites físicos pero
podemos ir testeando parcialmente los resultados.
Aun así, habiendo establecido un objetivo para la temporada
hay que buscar hitos intermedios que nos sirvan tanto como marcadores de
nuestra evolución como pequeños acicates a la mejora y al compromiso. Si
nuestra meta es bajar de 4 horas en una maratón puede ser una buena piedra de
toque tratar de bajar de 1 hora y tres cuartos en una media maratón a falta de
un mes y medio.
Plazo
¿de qué plazo dispongo hasta la fecha del objetivo? Los
plazos son muy importantes a la hora de valorar un objetivo. Tratar de acabar
una maratón a los 10 días de empezar a correr es garantía de fracaso, sin
embargo la meta de acabar un 5k con un plazo de 6 meses para alguien que
habitualmente juega al fútbol es poco interesante y dará lugar a perder
interés.
El plazo ha de depender de la posibilidad de evolución
nuestra, para eso hay que recurrir a experiencias pasadas. Por ejemplo, si en 5
meses de duro entrenamiento conseguí bajar desde los 50’ a los 49’ en un 10k es
bastante difícil que en 3 baje de 49 a 45 si dedico la misma cantidad de
tiempo.
Tiempo
¿De qué tiempo dispongo? Uno coge un papel y escribe las
cosas fundamentales de su vida y las va valorando en tiempo, dormir 8horas,
trabajar 9h, desplazamiento al trabajo 1h, comidas, cenas y desayunos 1h, etc.
Así uno va haciéndose su horario y de repente resulta que uno dispone de 1h
para entrenar, pues bien, estos son los mimbres con los que hay que hacer el
cesto.
El problema reside en que la realidad es tozuda. Es tozuda
porque nos empeñamos en imposibles, no es posible tener un día de 26 horas, ni
pensar que para 1 hora de entrenamiento no perdemos tiempo en cambiarnos de
ropa, ducharnos, volver a cambiarnos, descargar el entrenamiento del gps, etc.
Dado que el entrenamiento por lo general es progresivo en
cuanto al volumen de horas, hemos de ser conscientes de que poco a poco iremos
reduciendo el número de horas de “dispersión”, superfluas y luego pasaremos a
los sacrificios. Ahí es cuando no podemos perder la cabeza y plantearnos
imposibles.
Situación actual
La última pata de este banco es mi situación actual. Es muy
importante ser conscientes de nuestra situación actual y mejor si para ello
empleamos medios objetivos y no subjetivos. Decir que uno está “para correr el
Tour” no es muy objetivo, pero decir que es capaz de bajar de 30’ en un 10k sí.
¿Por qué? Porque en la medida de que nuestro objetivo sea mensurable de forma
objetiva será más fácil evaluar nuestra evolución.
Con estas 4 ideas podemos establecer a grandes rasgos un
objetivo y dedicar el trabajo necesario para cumplirlo.
A partir de aquí y en próximas entregas iré explicando qué
formas tenemos de medir nuestra situación actual, nuestra evolución y nuestra
capacidad de conseguirlo.
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